Órgano de Matías Salanova en la iglesia de Santa María de Huéscar (ca 1900).
Órgano: (Del lat. orgănum, y este del gr. ὄργανον).
1. m. Instrumento musical de viento, compuesto de muchos tubos donde se produce el sonido, unos fuelles que impulsan el aire y un teclado y varios registros ordenados para modificar el timbre de las voces.
Con esta definición, que nos da el Diccionario Usual de la Real Academia Española de la Lengua, nos adentramos en presentar el informe que, en los años ochenta del siglo pasado, se presentó al cura párroco de Santa María la Mayor, una vez estudiados los restos que quedaban, del que en su día acompañó, deleitó y armonizó las liturgias celebradas desde su construcción (en el tercer cuarto del siglo XVIII) hasta el año 1936 (en que fue grandemente mutilado y dañado).
Según Juan Mª Pedrero Encabo, en el año 2011, en su discurso de entrada en la Real Academia de Bellas Artes Nuestra Señora de las Angustias, titulado “Diferencias entorno al órgano, memoria y futuro”, dice:
“España es uno de los países que cuenta con un mayor patrimonio de órganos históricos. Estos instrumentos proceden en su mayoría del siglo XVIII, y responden al modelo de “órgano ibérico” que, con algunas variantes, se extiende y generaliza en toda la Península a lo largo de dicha centuria.
Apenas existen instrumentos de épocas anteriores (cajas, restos o parte de instrumentos), habiendo sido sustituidos o modificados para adecuarlos a los gustos e innovaciones de la época. Paradójicamente, no disponemos en estado original de instrumentos contemporáneos de la literatura de Cabezón o Correa de Arauxo, por citar dos de los máximos ejemplos de la música organística española de los siglos XVI y XVII. El llamado “órgano ibérico” es pues en su plenitud un producto típicamente del siglo XVIII, cuyas características más emblemáticas las constituyen los registros partidos, la vistosa trompetería horizontal o de batalla, sin olvidar los juegos en caja de ecos, precursores del teclado expresivo romántico. El órgano ibérico extiende su manto hasta muy avanzado el siglo XIX: la organería de estética romántica importada de Francia no irrumpe hasta la segunda mitad del siglo, y todo ello dentro de un contexto condicionado por las penurias económicas y el empobrecimiento de la Iglesia.
En gran medida la riqueza de órganos barrocos conservados es resultado de la escasez de medios para remplazarlos por otros más modernos. Por otra parte dicho patrimonio ha sufrido con rigor los avatares de la historia: guerras, expolio, ruina... con la consiguiente pérdida de gran número de instrumentos. Especialmente grave fue la destrucción de instrumentos durante la Guerra Civil: en regiones como Cataluña y Valencia se aniquiló un valiosísimo patrimonio, pero también muchos instrumentos perecieron en la posguerra fruto de la venta o el robo del metal, la desidia y el abandono, y ello incluso hasta tiempos recientes. El interés por la recuperación de los órganos antiguos comienza a producirse en la segunda mitad del siglo XX, especialmente a partir de la década de los sesenta, en paralelo a la aplicación de criterios de fidelidad histórica tanto en el terreno de la organería como en el de la interpretación de la música antigua para órgano.
Llegados a este punto quisiera llamar la atención sobre la importancia de establecer unos adecuados principios de actuación en lo referente a los órganos. En las últimas décadas se ha acometido en nuestro país un creciente y muy significativo número de restauraciones. Sin embargo, con frecuencia estas intervenciones parecen obedecer a un criterio que podríamos calificar de “arqueológico” o meramente “testimonial”: se recupera el instrumento, pero no se contempla su posterior uso.
¡Cuántos órganos restaurados permanecen mudos tras un concierto inaugural, o suenan solo ocasionalmente, debido a la ausencia de un organista titular! La restauración de un órgano que después queda relegado al silencio debería ser vista como algo incompleto. Su plena recuperación en tanto que instrumento musical y no como objeto de museo implica la necesaria restitución de su función y de la figura del organista, algo que nos parece a todas luces indispensable.
Es cierto que, dado el elevado número de instrumentos históricos, sería imposible la restauración de la totalidad de órganos existentes a corto o medio plazo. Se hace necesario por tanto, establecer unos criterios a la hora de determinar qué instrumentos deben ser restaurados. El primero de ellos sería atender al valor y singularidad del instrumento: aquellos órganos en los que su excepcional importancia hacen prioritaria e inexcusable su restauración.
Otro aspecto a tener en cuenta sería la viabilidad de la restauración, tanto económica como referente al grado de conservación del instrumento: hay órganos en los que por su estado de ruina habría que hablar de reconstrucción más que de restauración, mientras otros conservados íntegramente se pueden recuperar con un esfuerzo mínimo. Por último, pero de ningún modo menos importante, habría que contemplar las perspectivas de utilización (presencia de organista, servicio al culto, conciertos, etc.), así como la implicación de actores locales (parroquias, ayuntamientos, asociaciones), que contribuyan a garantizar su uso de manera que este revierta al conjunto de la sociedad...”.
Y finaliza este punto diciendo:
“....Me gustaría subrayar la existencia en Granada de un patrimonio organístico muy significativo, con una docena de órganos restaurados en los últimos veinte años, algunos de gran belleza como el de Santa Catalina de Zafra o el de los Santos Justo y Pastor, junto a instrumentos de nueva factura como el citado de El Salvador o el del Auditorio “Manuel de Falla”.
Sin embargo, aún quedan por acometer actuaciones de gran relevancia: la restauración del órgano Leonardo Fernández Dávila de la Epístola de la Catedral, la posible reconstrucción de los órganos de coro del Monasterio de San Jerónimo, la restauración del de San Matías, probablemente obra del genial organero Jorge Bosch, o en la provincia el de la Colegiata de Huéscar, testimonio de singular valor de la dinastía valenciana de los Salanova...”.
Detalle de la posición del órgano respecto del coro y el facistol (ca 1915).
¿Quién era Mathías Salanova?
Siguiendo los datos aportados por Victoriano José Pérez Mancilla en su tesis doctoral, titulada “La música en la iglesia de Santa María de Huéscar hasta el siglo XIX”, encontramos que:
“…Matías Salanova era sobrino del afamado organero aragonés Nicolás Salanova y Villagrasa, que fundó el 3 de junio de 1719 una sociedad de “maestros de fábrica de órganos” en Valencia. Esta corporación tenía un marcado carácter familiar, ya que sus otros miembros fundadores eran Tomás Grañena Salanova y Martín Usarralde Letegui, sobrino y yerno de Nicolás Salanova respectivamente.
El día 1 de diciembre de 1736, el joven Matías Salanova entró a formar parte de la referida sociedad, para aprender y colaborar en el trabajo de la factoría de órganos, todo ello en la casa de su tío y sede donde estaba situado el taller comunal. El discípulo recibía a cambio un salario de 8 pesos mensuales, estableciéndose como fecha para la conclusión del contrato de aprendizaje el 28 de febrero de 1738, año en el que ya se le otorgaría el rango profesional de “oficial de casa”… Curiosamente tras casi veinte años de actividad, la sociedad se disolvió sólo dos meses más tarde de la prescripción del contrato de aprendizaje, en concreto, el 5 de abril de 1738. Tras la ruptura, Matías Salanova siguió su actividad organera bajo el control y la autoridad de su tío Nicolás, construyendo instrumentos como el de la iglesia de Vinaroz -Castellón, 1740- o el de la iglesia de Chinchilla -Albacete, 1750-.
Después de este periodo caracterizado por la tutela del maestro Nicolás Salanova, Matías se emancipó laboralmente y comenzó su actividad como organero autónomo. Así, se puede constatar su trabajo en la construcción de los órganos de las iglesias de Valldigna –Valencia, 1749-, Carcagente –Valencia, 1750-, Compañía de Jesús de Valencia -1753,… También limpió y afinó órganos…”.
Y prosigue: “…durante el periodo comprendido entre 1763 y 1776, el organero se trasladó con frecuencia desde Valencia hasta Murcia para trabajar en la construcción y renovación de varios instrumentos. Es en esta época cuando la fábrica de la iglesia de Santa María de Huéscar se pone en contacto con él para la construcción del nuevo instrumento que será terminado en 1774”.
“…La autoría de Matías Salanova queda confirmada en la inscripción que aparece entre el secreto de bajos y el de tiples, donde se recoge que: “Me izo D. Mathias Salanova, vecino de la ciudad de Valencia, siendo fabriquero el Señor Don Felis García, año de 1774”.
“…El órgano está colocado en el lateral derecho del conjunto (del trascoro), ubicación que ofrece un notable y sólido asiento al instrumento y también a sus tañedores. De esta forma, no se estorbaba lo más mínimo a los numerosos participantes de los oficios cantados desde la sillería y alrededores del facistol. Igualmente, la situación del órgano entre dos columnas del templo posibilita una óptima expansión del sonido y un eficiente servicio a la liturgia”.
INFORME sobre el ÓRGANO de la Iglesia Mayor de Huéscar
“El órgano al que nos referimos es un instrumento clásico español, dentro de los de estilo barroco, de la segunda mitad del siglo XVIII.
Según consta en una inscripción en el interior de la caja de válvulas, fue “construido por Mathías Salanova, vecino de la ciudad de Valencia en el año de 1774”. Este “factor” de órganos, junto con Nicolás Salanova, familiar suyo, son de los más importantes organeros de la época, que actúan sobre todo, en el Levante y Sureste español. Autor de magníficos órganos, entre otros, el de la Catedral de Alicante, y de diversas iglesias valencianas. Órganos desgraciadamente desaparecidos o muy modificados en su factura original.
El instrumento consta de dos teclados manuales: el superior para el “órgano principal” y el inferior para el órgano de ecos o “cadereta de eco”, según la terminología española.
El órgano principal ocupa la mitad superior de la caja (desde el nivel que ocupara la desaparecida trompetería exterior) y la cadereta queda situada directamente sobre el suelo de la tribuna.
Como es normal en los órganos españoles, carece de un teclado de pedal completo, aunque sí tiene diez teclas para los bajos o “contras”.
Los tiradores de los registros están situados a izquierda y derecha de los teclados, parta hacer funcionar a los bajos y a los tiples independientemente, de modo que cada mitad del teclado pueda tener sonoridades iguales o distintas según se saquen registros simétricos o diferentes.
Esta división del teclado en bajos y tiples se realiza entre el DO y DO Sostenido centrales.
Constan los teclados de cuarenta y siete notas, desde DO 1º hasta DO 5º, careciendo de las notas DO Sostenido 1º y RE Sostenido 1º. Esta disposición es poco frecuente ya que lo normal hasta esta época es la llamada “octava corta” en la primera octava del teclado, que carecía de las notas DO, RE, FA y SOL Sostenidos, o la posterior disposición de octava larga u “octava tendida”, en la que estaban todos sus semitonos.
Las etiquetas existentes en los tiradores de los registros nos indican que el órgano poseía los siguientes juegos:
ÓRGANO PRINCIPAL
Mano Izquierda Mano derecha
Bajoncillo Clarín claro
Trompeta bastarda Clarín de campaña
Trompeta de batalla Trompeta de batalla
Trompeta real Trompeta real
Trompeta magna
Flautado mayor Flautado mayor
Biolón Biolón
Octava Octava
Docena Docena
Quincena y Decimonovena Quincena y Decimonovena
Lleno Lleno
Lleno Lleno
Zímbala Zímbala
Nasardo en 12ª Nasardo en 12ª
Nasardo en 15ª Nasardo en 15ª
Nasardo en 17ª Nasardo en 17ª
Nasardo en 19ª Nasardo en 19ª
Clarín Clarín
Corneta magna
Flauta dulce
Flauta travesera
CADERETA DE ECO
Mano Izquierda Mano Derecha
Trompeta bastarda Trompeta bastarda
Tapadillo Tapadillo
Octava Octava
Nasardo en 15ª Corneta inglesa
Nasardo en 19ª Corneta de eco
(sin etiqueta) Flauta de eco
Flauta dulce
Biolín
Pajarillos Pajarillos
Contras
El estado actual del órgano es de casi total destrucción. La tubería no existe. De los dos mil tubos que aproximadamente tuviera, sólo quedan algunos de madera, correspondientes a las contras y alguno del flautado violón.
Los fuelles están totalmente inservibles. De los teclados solo quedan algunas teclas correspondientes al de la cadereta, construidas en hueso y maderas finas, posiblemente “palo santo”, de gran calidad y belleza.
La mecánica de transmisión de los teclados a las válvulas de los “secretos” se conserva en una cuarta parte aproximadamente, y la de movimiento de los registros está prácticamente destruida.
Afortunadamente los “secretos” (que son la parte del órgano en la que el aire procedente de los fuelles se distribuye a los tubos, por medio de las válvulas y conductos correspondientes) gracias a la excepcional calidad de su construcción y los buenos materiales empleados, se conservan en buen estado y casi enteros, aunque con algunas tapas y correderas de registros quitados, pero que probablemente se encuentren mezclados entre todo el desorden de maderas y diversos objetos que hay en el interior de la caja del órgano.
Este instrumento, dada la importancia de su constructor (de él la Asociación Cabanillas de amigos del órgano de Valencia tiene publicados varios trabajos de investigación y en preparación otros estudios dedicados a su factoría de órganos) y la gran calidad de lo existente, que no es poco, a pesar de lo mucho que falta, bien merece que cualquier iniciativa de restauración esté encaminada a la total reconstrucción del instrumento a su estado original, tanto en el aspecto sonoro como en el mecánico.
Para todo esto se requiere una labor de minucioso estudio de todo el material existente en el órgano, su ordenación y clasificación según sus posibilidades de recuperación, así como una planificación de todo el material a construir, siguiendo en todo la hechura de la época.
Por la cantidad y variedad de registros que posee se puede suponer la gran calidad sonora del instrumento, suposición que es confirmada por el testimonio de las personas que lo conocieron cuando funcionaba.
Sería interesante para la reconstrucción en este aspecto el estudio de alguno en su estado original, o de cualquier otro de la misma época y categoría, para reproducir las tallas y armonización de los tubos, e intentar así la mayor fidelidad posible a las calidades tímbricas de los órganos de la época; calidades hoy aún no superadas a pesar de todas las facilidades que brinda la moderna tecnología.
Este órgano se podría equiparar por su calidad sonora y sin temor a equivocarnos con instrumentos tan magníficos como el órgano del lado de la Epístola de la catedral de Granada, de Leonardo Fernández Dávila, o con los órganos de la catedral de Málaga, de Julián de la Orden, o los Echevarría de Toledo, Segovia, Salamanca o tantos y tan buenos órganos de toda la Península y de las Islas Baleares, por quedarnos sólo en el ámbito de los de estilo netamente español.
Así, pues, acometer esta obra de restauración, con todo el rigor histórico y estético que esto merece, sería la dignísima labor de una localidad como Huéscar, en la que el interés musical permanece tan vivo y manifiesto, al mantener aún en estos tiempos una Capilla de música en su Iglesia Mayor, que se vería con esto notablemente enriquecida”.
Por último, en una página de internet he hallado esta última información, que creo es también interesante conocer:
“Es evidente que todavía queda mucha investigación que realizar para solventar las grandes lagunas de información con respecto a la organería Valenciana de los S. XVIII y XIX.
Estos instrumentos poseen además unas características propias, lo cual hace que hablemos de un estilo de “Órgano Valenciano”. Presentamos como prueba documental las fotografías realizadas en el órgano de Huescar, ya que es el único instrumento que ha llegado hasta nuestros días con el material original.
Los órganos VALENCIANOS presentan:
1. Dos teclados con octava semicorta, a diferencia de los órganos de Castilla, Galicia, País Vasco y otras comunidades autónomas cuyos instrumentos por lo general poseen un solo teclado con octava corta.
2. Ciertas particularidades de registros en la cadereta u órgano bajo: Violín en eco para tiples y una trompeta bastarda (Biola si está en una caja de ecos) o bajoncillo en los bajos.
Teclado de cadereta de eco, original, del órgano de "Mathias Salanova" de Huéscar (Granada).
3. La denominación de la 22ª nasarda como “pajarillo”.
Ordenanzas de 1590. Capítulo del Maestro de capilla y canto del órgano.
4. Finalmente, y esta vez es una particularidad del órgano mayor, casi nunca encontramos el registro de quincena solo, sino que va parejo a la 19ª (15ª y 19ª).
Por otro lado tampoco encontramos rodilleras o zapatas que accionan los clarines o cornetas, características estas de los órganos castellanos”.
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Fuentes:
Archivo Diocesano de Toledo.
Archivo Parroquial de Santa María la Mayor de Huéscar.
Archivo Histórico Municipal de Huéscar.
Pérez Mancilla, Victoriano José: “La música en la iglesia de Santa María de Huéscar hasta el siglo XIX”. (Tesis doctoral). Granada: Universidad, 2009.
http://www.gonzalopulido.es/Textos/Huescar%20y%20sus%20parroquias.htm
http://www.ra-bellasartesgranada.es/wp-content/uploads/2011/04/Discurso_Pedrero.pdf
https://mbasic.facebook.com/notes/ple-a-4-amics-de-lorgue-de-callosa-den-sarri%C3%A0/informe-y-cuesti%C3%B3n-hist%C3%B3rica-del-%C3%B3rgano-de-callosa-den-sarri%C3%A0/172057826168277/
Gracias, nuevamente, por acercarnos nuestra Historia más cercana.
ResponderEliminarMuchas gracias por esta valiosa información. Luis Herrero
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