La etimología del término leyenda nos lleva al vocablo legenda, que pertenece al latín.
Legenda puede traducirse como aquello que “debe ser leído”: por eso, en su origen, una leyenda era una narración que se plasmaba en un texto escrito para que pudiera ser leída públicamente, por lo general dentro de una iglesia o de otro edificio religioso.
Las leyendas no se caracterizan por narrar hechos reales con rigor y exactitud, sino que su finalidad era subrayar un componente espiritual o una intención asociada a la moral y las buenas costumbres.
La historia avanzó y la idea de leyenda comenzó a vincularse a una narración, ya sea escrita u oral, que se exhibe como verdadera (al sustentarse en lo real) pero que incluye ciertos componentes propios de la imaginación y de la ficción. Las leyendas se transmiten de generación en generación, lo que posibilita que se vayan modificando de acuerdo al contexto social y a la época.
Una leyenda, de este modo, permite explicar y respaldar una cierta cultura. Siempre se halla ligada a un personaje, un espacio geográfico o un objeto preciso, y muestra cómo dicho elemento concreto se integra a la historia o la vida cotidiana de la comunidad.
Teniendo en cuenta todo lo anteriormente expuesto, sí es necesario dejar patente que no existe un único tipo de leyenda sino varias categorías de ella que se caracterizan o definen básicamente por la temática entorno a la cual giran. De esta manera, podríamos subrayar que existen leyendas de corte histórico, míticas, de carácter religioso, las escatológicas que se refieren al mundo de los muertos o las llamadas etiológicas que son las que explican diversos fenómenos relacionados con la naturaleza.
Así, por ejemplo, con respecto a las primeras citadas, merece la pena subrayarse aquella que gira entorno a la figura de El Cid y que determina que este ganó una batalla después de muerto. La tradición oral ha llevado hasta nuestros días la historia que las tropas de El Cid tenían que llevar a cabo un enfrentamiento bélico después de que este falleciera. Una noticia esta, la de la muerte del caballero, que despertó la alegría de los rivales quienes estaban completamente seguros de su victoria.
Sin embargo, el ejército de aquel decidió jugar sus cartas y colocó el cadáver de El Cid sobre su caballo. De ahí que cuando se produjo la batalla y los soldados del bando contrario vieron a aquel que estaba presente en la contienda pensaron que aún muerto seguía luchando por lo que salieron huyendo despavoridos. Por ello se dice que ganó una batalla ya difunto.
Vestido de paseo de las mujeres y grandes señoras moriscas de Granada (Christoph Weiditz)
Hoy, en nuestro caso, continuando con las leyendas de corte histórico, traemos a estas líneas la leyenda de “La bella Mora” –basada en un texto de Ginés Pérez de Hita-, que dice así:
...“Venida el alba, sábado de mañana, como la ciudad estuviese siempre puesta en arma, habiendo acordado de ir a dar vuelta sobre Galera para que la gente estuviese apercibida, se tocaban las cajas de guerra y la trompeta de los caballos, y al romper del alba vino nueva cómo Orce se había levantado y que le había entrado gente de socorro y que tenía tendidas moras banderas en sus torres.
Con esta nueva, los cristianos más alborotados quisieron salir a toda prisa para ir a Orce, y estando para salir, las campanas de la Iglesia Mayor tocaron a Misa de nuestra Señora. El Maleh y los de su bando, que estaban emboscados aguardando que se abriesen las puertas de la ciudad para entrarse de tropel por ella como lo tenían concertado, así como oyeron las campanas y juntamente con ellas las cajas y trompetas, entendieron, según el ruido que en la ciudad había, que eran sentidos, y porque no les cogiesen desapercibidos, se salieron de a donde estaban emboscados a lo raso de las viñas, que era parte muy segura para los caballos que dañar no les pudiesen.
Los cristianos de Huéscar, como comenzasen a salir por las puertas de la ciudad, luego descubrieron las banderas del Maleh, y maravillados de tal caso, teniendo por milagro lo que había sucedido, habiendo entendido la causa y determinación del Maleh, apellidaron “Arma, arma; Moros, moros”.
Ya era el día claro, el Sol daba ya luz a la tierra, salen los cristianos de Huéscar, caballos y peones, y fueron a dar en los moros valerosamente. Los moros eran todos tiradores y peleaban bravamente. Los caballos no podían entrar por las viñas, y así los moros peleaban a su salvo; quién más peleaban eran los Turcos y los que más daño hacían. Más con todo eso era el valor de los cristianos tanto que hicieron en ellos muy gran daño, de tal manera que mataron más de cien mil moros, y tanto los apretaron que los llevaron retrayendo hasta la misma Galera, a donde se hicieron fuertes y allí se trabó grande batalla entre moros y cristianos.
En tanto que esto pasaba, los cristianos que quedaron en guarda de la ciudad, siendo avisados como habían entrado algunos del bando del Maleh en los arrabales de la ciudad, pensando que estaban algunos escondidos en la morería, dieron en ella con gran furia, diciendo: “Este es el día que no ha de quedar ninguno moro a vida”.
Comenzaron a dar en los moros matando e hiriendo y robando y saqueando las casas pegándoles fuego por todas partes, que era cosa de grande compasión ver tanta crueldad como hacían los encolerizados cristianos, de suerte que no se pudo poner remedio en ello. Parecía Huéscar otra Roma que se ardía.
Mujeres moriscas de Granada yendo a hilar y barriendo en casa (Christoph Weiditz)
A caso dos soldados entraron en una casa de un moro rico, que siempre los que quieren robar en tales ocasiones buscan las casas más bien paradas para ser aprovechados, y después de haber saqueado lo más y lo mejor de ella, hallaron una mora doncella, la más hermosa cosa que se podía hallar en gran parte, y los dos, codiciosos de tal y tan rica pieza, le echaron mano cada uno, diciendo que la dama hermosa era suya, y difiriendo sobre esto, sobre cual la tenía que llevar, vinieron a echar manos a las espadas, que ya estaban sangrientas de los moros que habían muerto, para quererse ofender con ellas; más a esta sazón llegó un soldado villano de ánimo y de malas costumbres, el cual como vido los dos soldados repuntados para matarse sobre la bella mora, le pareció a el que para ponellos en paz no había otro remedio sino matar la ocasión de su pelea, y así llegó a la hermosa mora y con toda crueldad le dio dos puñaladas por la hermosa teta del corazón que parecía ser hecha de cristal, y luego la bella doncella cayó muerta en el suelo, moviendo a piedad al mismo cielo aquel caso tan villano y atroz.
El traidor villano después de haber injuriado la mayor belleza del mundo, dijo: “No es tiempo ahora que dos soldados tan honrados vengan a ponerse en punto de muerte por una mujer que tan poco vale”. Los dos soldados, viendo muerta la doncella tan sin culpa y con tanta crueldad, movidos a saña contra el matador, le mataron a estocadas, diciendo: “Villano, desconocido de la mayor merced que el cielo hizo al suelo, en cuanto la hermosura que de el has sacado tan sin consideración, no quedarás sin la pena de tu maldad cometida”. Y diciendo esto se salieron de la casa, dejando muerto al villano, que era natural de la Puebla de Don Fadrique, y junto de el a la hermosa doncella, que aunque muerta parecía un ángel, toda cubierta de finos brocados de su cabeza.
En este tiempo el Corregidor con mucha gente iba sacando a los cristianos de la morería: a unos llevando presos, a otros poniendo pena de las vidas si de la morería no saliesen, y así de esta manera remedió lo que pudo, aunque el remedio fue tarde, porque ya la morería ardía en vivas llamas; más a toda diligencia fue el fuego apaciguado, quedando hecho mucho daño.
Apaciguada esta civil guerra fue hallada la hermosa mora y sacada a la plaza, a donde a todos dio su muerte gran dolor y lástima conociendo quien era, y por su belleza, y todos maldecían la villana mano del matador. Después se vino a saber la causa de su dolorosa muerte y la venganza de ella.
El Corregidor o Gobernador, movido a piedad por la doncella, maravillado de su hermosura, la mandó enterrar honradamente y encima de su sepultura mandó poner una losa blanca con unas letras negras que así decían en romance:
EPITAFIO
Quiso mi gran desventura
y el hado terrible y fuerte
que se me diese la muerte
por mi grande hermosura.
Fue voluntad de un villano
que yo muriese temprano
por quitar una contienda,
y mi muerte fue la ofrenda
de un caso tan inhumano.
Estas letras estaban puestas en mármol blanco de la sepultura; no hubo en Huéscar hombre ni mujer que no llorase y sintiese la desastrada muerte de esta mora doncella, por ser la más bella pieza de toda aquella tierra”...
Históricamente, estos hechos están contextualizados en la conocida como “Sublevación de los Moriscos” del Reino de Granada, acontecida en el año de 1568, y cuya influencia (sublevación de Galera) llegó a nuestra tierra en 1569. Esta narración está sacada del capítulo 17 “Que trata cómo se levantó Galera y cómo el de Vélez fue sobre ella y la cercó. Pónese la muerte del Reyecillo por los Turcos”.
Tal era la épica de estas batallas, sus crónicas y la influencia de estas, que incluso, autores como Calderón de la Barca , en su obra “Amar después de la muerte”, utilizó también -en otro lugar, en este caso en Galera- la figura de la bella morisca Maleha (o Maleca), muerta y despojada de sus joyas a manos del soldado Garcés, y de su audaz amante el Tuzaní, que se infiltra en el campo cristiano en busca del culpable para poder vengar su muerte.
Un autor llamado Erik Coenen, en su trabajo “Las fuentes de Amar después de la muerte”, resume que:
“Se sabe que la Guerra de los moriscos de Ginés Pérez de Hita fue la fuente principal para el drama Amar después de la muerte de Calderón. Es habitual indicar como fuente secundaria importante la Guerra de Granada de don Diego Hurtado de Mendoza, pero en este artículo se demuestra que las pruebas que se han aportado para ello carecen de base. Se señalan, en cambio, claros indicios de la influencia de la Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada de Luis de Mármol Carvajal. Se estudia además el peculiar uso que hizo Calderón de sus fuentes, concluyendo que las transformaciones a las que somete el material histórico se dejan explicar más satisfactoriamente desde un proyecto estético que como interpretación de hechos reales”.
Diciendo:
“En su estremecedor drama Amar después de la muerte, Calderón presenta un conflicto enmarcado en el contexto histórico de la rebelión de los moriscos de Granada y su consiguiente represión (1568-1571). Aunque, como de costumbre, Calderón manejó con gran libertad los hechos históricos, reduciendo toda la compleja sucesión de campañas y batallas al cerco de una sola villa, e incluso adaptando la topografía granadina a su antojo, tuvo que consultar una o más fuentes históricas para adquirir los conocimientos necesarios para poder escribir la obra. Fijándonos únicamente en las fuentes que se centran en aquella guerra, son tres las que pueden haberle proporcionado los datos que aprovechó.
La más conocida es con mucha diferencia la Guerra de Granada de Diego Hurtado de Mendoza, que con su estilo conciso y sentencioso ha sido considerada, desde al menos el siglo XVIII, una de las obras mejor escritas de la literatura española. Bastó para que el autor mereciera el apodo de «Tácito español», y Menéndez Pidal acabara incluyendo fragmentos de ella en su selecta Antología de prosistas castellanos de 1898. Redactada con toda probabilidad entre 1571 y 1575, circuló en numerosísimos ejemplares manuscritos hasta que se permitió su publicación en 1627, fecha casi seguramente anterior a la de Amar después de la muerte.
Mucho menos célebre es la Historia del [sic.] rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada de Luis de Mármol Carvajal, que se publicó en 1600. Es una exposición ordenada, detallada y a ratos escalofriante de los hechos tal como los entendía su autor, que participó en ellos. El estilo, esencialmente funcional, no deslumbra como el de Hurtado, pero por esa misma razón no distrae nunca del contenido.
Traje de casa de mujeres y niñas de los moriscos (Christoph Weiditz)
No hay ni puede haber debate sobre la fuente principal de Amar después de la muerte. La acción central de la obra es la historia de la bella morisca Maleha (o Maleca, en Calderón), muerta y despojada de sus joyas a manos del soldado Garcés durante el saqueo de Galera, y de su audaz amante Tuzaní, que se infiltra en el campo cristiano en busca del culpable para poder vengar su muerte. Esta anécdota la pudo encontrar Calderón en la Guerra de los moriscos de Ginés Pérez de Hita y en ningún otro texto escrito. Desde el primer comentarista serio de la obra, George Ticknor, hasta su críticos más recientes, como Manuel Ruiz Lagos, se ha sostenido que Calderón debe de haber consultado también otras fuentes, de mayor fiabilidad histórica, notablemente la Guerra de Granada de Hurtado de Mendoza, aunque a veces también se remite a la obra de Mármol Carvajal”.
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Fuentes:
Pérez de Hita, Ginés: La guerra de los moriscos (Segunda parte de las Guerras civiles de Granada). Edición facsímil. Granada: Universidad, 1998.
Coenen, Erik: “Las fuentes de Amar después de la muerte”. Revista de Literatura, 2007, julio-diciembre, vol. LXIX, nº. 138, págs. 467-485. ISSN: 0034-849.
Calderón de la Barca, Pedro (1600-1681): “Amar después de la muerte o El Tuzaní de las Alpujarras / Pedro Calderón de la Barca ”. Madrid: Espasa Calpe, 1970.
García Rodríguez, Jesús María: “La sublevación de los moriscos de galera en 1569” . Péndulo. Papeles de Bastitania, ISSN 1138-686X, Nº. 10, 2009 , págs. 109-126
"Trachtenbuch" des Christoph Weiditz, Germanisches Nationalmuseum Nürnberg, Hs. 22474.
Esta misma leyenda, con algunas leves correcciones sintácticas, ortográficas y de estilo, fue publicada en el año 2008 en http://juliouskar.blogspot.com.es/2008/08/la-bella-mora.html
Muchas gracias de nuevo.
ResponderEliminarHabía pasado tanto tiempo que creí que ya no se seguía escribiendo. Me alegra descubrir que no es así.
Comparto ese agradecimiento.
ResponderEliminargracias por existir esta sabia pagina
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