martes, 9 de agosto de 2011

Huéscar como enclave urbano estratégico en el siglo XV.

Asentada en el extremo nordeste, del antiguo Reino de Granada, en una fértil llanura y abrigada por altas montañas, fue desde la más remota antigüedad enclave codiciado y conquistado por diferentes pueblos.

Posteriormente, y por ser tierra fronteriza, pasó de manos árabes a cristianas en numerosas ocasiones, incluso, don Rodrigo Manrique, padre de Jorge Manrique, "...Comendador de Segura, mi Alcaide y Capitán mayor de la mi Villa de Huesca..." tomó para su rey, don Juan II, la entonces villa, allá por noviembre del año de 1434.

Considerada una de las acciones bélicas más espectaculares del siglo XV, el asalto de una fortaleza a escala de sus murallas y torres, don Rodrigo decide hacerlo por un lugar que le habían indicado era fácilmente accesible y de esta forma conquistar esta villa, mediante un ataque por sorpresa.


Cruz de Santiago.

            El tres de noviembre entra en tierra de moros y, al anochecer del día cinco, llega con sus tropas a las inmediaciones de dicha villa:

"...Ayudado por las fuerzas de su Orden, la de Santiago, situadas en las fortalezas de Beas, Yeste, Alcaraz y Montiel,tomó por asalto la villa y puso cerco a su fortaleza, en la que se habían refugiado los moros. Acudieron a socorrer a los sitiados los de Baza con su caudillo y vinieron en ayuda de los sitiadores Pedro Quiñones, el adelantado de Cazorla, Rodrigo de Perea, y el de Jaén, Fernan Alvarez de Toledo. Se luchó en torno a la fortaleza durante tres días, hasta que derrotados los moros de Baza, los de Huéscar se dieron a partido...".

Con premura, y para conocimiento del rey su señor, don Rodrigo Manrique le escribe una carta muy detallada, en la que le narra el duro asalto a la fortaleza de Huéscar, pues aunque "...se podía escalar, pero que era menester muy rezia gente para la cometer, habiendo conosçimiento de la mucha gente buena que de dentro estava para la defender...", costó gran número de bajas por uno y otro bando.

Los castillos de frontera, tanto granadinos como castellanos tenían como misión mantener la vigilancia, el control y la defensa del territorio frontero que tenían encomendado, ofrecer la primera resistencia militar en caso de ataque enemigo, señalar los derechos de soberanía de unos y otros, y servir de base de apoyo a las algaradas.

Las guarniciones de las fronteras tenían dos posibilidades de hostigamiento que no entrañaban necesariamente la ruptura de treguas: los asaltos por sorpresa a castillos y lugares cercanos al adversario y las algaradas.

Todos estos complejos militares se complementaban con torres vigías que enlazaban unas fortalezas con otras, potenciando su valor estratégico; la estructura formada por alcazabas, grandes castillos, castillos menores y torres vigías constituía una complicada red defensiva que protegía eficazmente al Reino de Granada.

Las fortalezas que se construyen a partir de los siglos XIII y XIV presentan torre del homenaje, en uno de sus ángulos, dando lugar a un nuevo tipo de fortificación; otros elementos son las murallas de doble recinto, paseos de ronda estrechos, etc,...

"...Llegamos en formación hasta el foso, el cual es muy hondo;...fue peleando y ganando torres por la muralla hasta que halló un bajada para la puerta;...y fuimos peleando hasta acorralarlos en el alcanzar (sic), y en ciertas torres que ellos tenían en el adarve...".

Así pues, situados los castellanos en Alicún de Ortega, Huéscar y Xiquena, las comarcas de los Vélez y Baza quedaban rodeadas viendose estos últimos en la necesidad de defenderse o capitular, hecho este que no entra en su pensamiento y, en enero de 1435, es el adelantado de Murcia el que desbarata una ofensiva granadina contra Huéscar.

En reconocimiento, y como era costumbre en la época, no se hacen de esperar, y con fecha de 16 de mayo de 1435,se le conceden, por don Juan II, las franquezas a los vecinos que viven y que irán a vivir a Huéscar:

"...En el nombre de Dios padre Hixo Espiritu santo que son tres personas Y un solo Dios verdadero que bive Y Reyna para siempre Xamas Y de la Bien Abenturada birgen gloriosa Santa maria su madre a quien Yo tengo por señora E por Abogada En todos los mis fechos Y a Honrra Y gloria serbicio suio Y del Bien abenturado Apostol santiago luz Y Espexo de todas las Españas patron Y guiador delos Reies de Castilla mis antezesores onde Yo bengo E mio Y de todos los santos y santas de la corte zelestial Por que El bien Y mrd que los Reies facen baia adelante Y se no nolbide Tal como quier que mengue E Canse El Curso de la vida deste mundo aquel bien Y merzed que facen es lo que finca En Remenbranza En este mundo a este bien Es galardon de la su alma Ante Dios E por non Caer las Cosas En olvido lo mandaron poner En Escrito En sus previlexios que dan Y mandan dar por que los otros q de despues dellos ReYnasen E tubiesen En su lugar fuesen tenidos de lo guardar y de lo llevar adelante == Por ende Yo aCatando Y Considerando todo esto y por hacer bien Y mrd A Vos Rodrigo manrrique Comendador de segura mi alcaide y Capitan Maior de la mi Villa de Huesca E al concejo E alcaldes E alguacil Y Regidores E Jurados Cavalleros Escuderos E officiales E homes buenos Y vecinos y moradores que agora viben E moran En la dha mi villa de Huesca Y bivieren y moraren En ella De aqui adelante para Siempre Xamas.

E por Ennobleçer E Honrrar Y Ensalçar mas la dha villa quiero que sepan por esta mi carta De previlexio o por su traslado signado De Escrivano publico todos los que aora son o seran De Aqui adelante Como Yo Don Juan por la gza. de Dios ReY de Castilla de leon de toledo De galiçia de sevilla De cordova de Murcia de Xaen Del algarve de algeçira E señor de Vizcaia Y de molina, Bi un Mi alcavala Escrito En papel firmado De mi nombre fecho En esta guissa YO EL REY fago saver a Vos los mis contadores maiores que Rodrigo manrrique Comendador de segura Mi Alcaide Y Capitan Maior de la mi Villa de Huesca q se gano para mi Y para la Corona Real de los mis ReYnos de los moros Enemigos de la nuestra Sancta fee Catolica me Embio façer Relacion q se son benidos a morar Y poblar En la dha mi VLª. de Huesca çiertos Vezinos, E otro si q se bernan  bivir Y morar Y poblar otros muchos Veçinos si los Yo franqueare Y diere franqueza Y libertad de todas las Cosas de que son libres y francos Y quitos los Vezinos q se biven y moran Y pueblan En las mis Villas De antequera E tarifa E teva Y olvera E alCala la Real E en las otras mis villas Y Castillos fronteros de tierra de moros En qualquier de ellos E porque a mi serviçio Cumple mucho que la dha mi Villa de Huesca Este E sea poblada De toda la mas gente que ser pueda mi mrd. es que todos los Veçinos que Aora en la mi Villa de Huesca moran Y moraren Y Pueblan Y Poblaren Este año de mill quatroçientos Y treinta Y çinco años  E de aqui adelante de Cada año para siempre Xamas que sean libres Y francos Y quitos que non paguen moneda nin monedas nin pedidos nin pedidores nin almoxarifadgo nin almoxarifadgos nin diezmo nin Diezmos nin otro zº nin derechos nin tributo nin tributos alguno nin algunos que Yo mandare coxer Y DeRamar En los mis Reynos Este dho año Y de Aqui adelante de cada año para siempre Xamas...".

En 1436 también se consigue la conquista de Galera y Castilléjar por don Rodrigo por rendición, al adelantado de Murcia, se consigue a Cúllar, Orce, Vélez Rubio y Vélez Blanco, mientras Benamaurel capitula ante don Fernando Alvarez de Toledo, capitán general de la frontera de Jaén.

Como todo este suceso es digno de mención, creo será muy interesante, para el que esto lea, esta interpretación literaria de todos estos sucesos:

Caballero castellano.

 

"...y por último, un joven caballero de Santiago abatió el orgullo del infiel, y probó la superioridad de las lanzas castellanas, en la ardua empresa de la conquista de Huéscar.

Esta población situada a la falda de la sierra de Sagra, era una de las ciudades más célebres, más ricas y mejor situadas del reino granadino. Los moradores conservaban la tradición gloriosa de que sus abuelos habían desplegado bandera de guerra contra los califas de Córdoba, elegido reyes y conservado una independencia feudal. Activos y laboriosos aseguraban ricas cosechas y multiplicaban frutas y hortalizas con los riegos que suministra la vecina montaña, y que la industria había extendido en raudales diversos. Los pastos de la tierra, viciosos y abundantes, nutrían rebaños de vellon tan fino, que sus lanas se pagaban en Granada a precio superior, como propias para tejerlas con seda y oro. Un muro sólido resguardado por torreones y cubos y un fuerte alcázar interior amparaban la población; y como la sierra cercana estaba poblada de pastores y jóvenes belicosos, frugales, endurecidos con la intemperie y ejercitados en el manejo de la honda y de la flecha, los moros de Huéscar vivían alucinados con el error de ser temidos e invulnerables. En esta ciega confianza, los dejó como heridos del rayo la certeza del peligro. A la hora más apacible del sueño, cuando los albores de la mañana comenzaban a teñir las cumbres del monte Sagra, mudos como estatuas y a paso lento como fantasmas, afianzaron una escala y treparon al muro de la ciudad Lope de Frías, el escudero Pedro Teruel, Alvaro Rodríguez alcaide de Segura, Pedro Sánchez de Fornos y Pedro Veas. El vigía de la torre del Homenaje columbró a la luz del crepúsculo a los escaladores, prorumpió en alaridos lúgubres e hizo despertar de su letargo a los vecinos. Muchos se arrojaron del lecho, y a medio vestir empuñaron la cimitarra o la ballesta y salieron a las encrucijadas y a las plazas a cerciorarse de tan inesperado relato. Algunos oyeron las voces entre sueños, y las equivocaron con el llamamiento del almuhedin que convocaba a los creyentes para la salutación matutina, hasta que sus criados y mujeres les advirtieron que resonaban lamentos y gritos de guerra. una verdad terrible disipó todas las dudas. Cundió de casa en casa la noticia de que grupos de guerreros, con espadas en mano y cruces al pecho, colocados en lo alto de la muralla facilitaban la subida a otros y a otros. Como el pavor abulta los peligros, decíase que los ademanes de aquellos cristianos eran tan fieros, que no había que esperar partidos, sino cautiverio o exterminio. No era esto sólo: en torno del muro se veían enarboladas cruces y banderas con leones pintados; columnas a pie y a caballo se apercibían para estrechar el cerco, y sus clarines y timbales sonados sin interrupción atronaban como prolongada tormenta. no podía menos de suceder así, habiendo salido de su castillo de Segura contra la villa de Huéscar el comendador de santiago D. Rodrigo Manrique Castilla con muchos deudos, amigos y aventureros afamados. era este el hijo segundo del señor Amusco y adelantado de León D. Pedro Manrique, y uno de aquellos mancebos en quienes estaba vinculada para honra y prez de Castilla la nobleza de linaje con el ánimo de los héroes. Niño aun fue cruzado en la orden de Santiago, y apenas cobró fuerza en su brazo para blandir la lanza, obtuvo del infante de Aragón su maestre la encomienda de segura como puesto de honor fronterizo al moro y propio para emprender una carrera de peligros y de gloria. Aunque D. Rodrigo había ya dado pruebas de valoren los bandos de Castilla, se impacientaba por señalarse con alguna proeza contra el infiel: para ello reunió su gente y presentose osado ante los muros de Huéscar. Formaban a su mando Manuel de Benavides, señor de Jabalquinto, el alcaide de Yeste, Diego de la Cueva, regidor de Úbeda, con fuerzas respetables, y una nube de aventureros y de hidalgos a pie y a la gineta, congregados de Alcaraz, Veas, campo de Montiel y otros lugares de la Mancha. Mientras las mujeres y niños de Huéscar corrían a guarecerse en el alcázar, los viejos, los jóvenes, los alfakis y santones marchaban armados en dirección opuesta a rechazar al enemigo. Los cristianos no habían penetrado en su recinto, a no ser desarmados o cautivos, desde el día en que los soldados de Tariff y de Abdelaxiz tremolaron en su alcázar el pendón muslímico. Funesta fue para los cristianos la primera embestida: un aventurero siciliano, Pedro Sánchez de Fornos, Gracia de Albuerne y dos escuderos de D. Rodrigo murieron despedazados a cuchilladas. Rodrigo de Mendoza, Juan de Rivera, Fernando de Molina, caballeros de Baeza y Übeda, Pedro Alvarez de la Torre, Juan Quiros y Lope de Vergara rodaron heridos de espada y flecha. El alcaide de Yeste aprovechó los momentos en que los moros se distraian peleando con la anterior facción, y corrió por las calles excusadas hacia las puertas principales de la ciudad con intento de desquiciarlas o abrasarlas, para dar entrada a la gente que formaba extramuros. Visto esto, acudieron gruesos pelotones y trabaron un combate sangriento. el alcaide peleó como león acosado, y aunque recibió una herida de saeta continuó esgrimiendo su espada y animando con robusta voz a su compañía, hasta derribar las puertas y dar entrada a la hueste exterior. imposible era adelantar un palmo de tierra sin regarle con sangre: terrible operación era la de arrollar a los moros parapetados en sus hogares y hacerlos replegar al alcázar: al fin se logró con los esfuerzos del joven comendador, que al ver recelosos y arremolinados a sus soldados, se puso en primera fila y dió heróico ejemplo avanzando impávido. Las hostilidades no cesaron durante la noche: los voluntarios castellanos, sordos a los mandatos de sus jefes, invadieron los hogares abandonados, cebaron su voracidad, excitada por el duro ejercicio de aquel día, con almíbares y manjares delicados, y recargaron sus mochilas con joyas de señoras y con telas de seda y oro. Los moros, validos de las tinieblas, bajaban del castillo y sorprendían en sus libaciones a la soldadesca: el golpe de la cimitarra hizo a alguno exhalar el último suspiro, cuando sus labios comenzaban a articular placenteros brindis.

Mientras las calles y casas de Huéscar estaban convertidas en escena de asesinatos y pillaje, los refugiados al castillo habían dirigido aviso a los alcaides comarcanos refiriendo la fatal sorpresa y pidiendo auxilio. el Cabzani, gobernador de Baza, eficaz cual no otro, desembocó al amanecer del siguiente día en las huertas cercanas al castillo con una hueste de 500 caballos y doble número de peones. el compás de los atabales y dulzainas confortó a los cercados e hizo a los cristianos apercibirse para nuevo y más peligroso combate. El Cabzani hizo señal a los del alcázar que acometiesen al enemigo y le distrajeran para que sus soldados escalaran el muro en el mismo instante. Los cercados correspondieron atacando hacia la puerta por donde se habían introducido las tropas cristianas, con el objeto de desalojarla y de facilitar la entrada de sus nuevos valedores. D. Rodrigo, aunque herido del brazo desde los primeros momentos de la refriega, opuso tenaz resistencia, rechazó a la gente de Baza e hizo a los del castillo replegarse fugitivos con muerte de 8 combatientes. con el mal éxito de la tentativa retirose el Cabzani lejos de las flechas castellanas, cortó las acequias que introducían el agua en la población y practicó un reconocimiento para dar un formal asalto. Los cristianos conocían lo crítico y apurado del caso; si bien cercaban al enemigo, eran cercados a la vez, y la perdición era segura si los caballeros de la frontera no acudían con el socorro necesario. dos soldados audaces se descolgaron por una parte del muro mal resguardada, y para no revelar al enemigo, en caso de quedar cautivos, el conflicto de sus compañeros y obtener crédito de los capitanes de la frontera, llevaban, el uno una sortija con que D. Rodrigo sellaba sus cartas y el otro una caperuza. los emisarios salieron a puerto de salvación, y ambas prendas se presentaron al adelantado de Cazorla Rodrigo de Perea y a Garci López de Cárdenas y les pidieron por merced pronto socorro.

Caballeros de Santiago y de Calatrava, saliendo de su campamento, en una miniatura medieval.

Circuló por la frontera la novedad: sonidos de trompetas, pendones desplegados, campanas a rebato y sollozos de mujeres que habían visto partir a sus hijos o maridos en la hueste de D. Rodrigo fueron señales inequívocas de interés y de ardor en los pueblos. El recio temporal de aguas y vientos que sobrevino en el mismo día no impidió que saliesen partidas armadas en dirección de Huéscar. Pedro de Quiñones llegó primero con un pelotón de 60 caballos y 100 peones, y dió una prueba de valor saliendo en guerrilla contra los moros que acampaban en la huerta y sosteniendo una escaramuza bastante porfiada. El adelantado Rodrigo de Perea acudió al alba del siguiente día con 100 caballos destrozados de correr, y para no ser menos que Pedro de Quiñones salió a introducir en la ciudad el agua que los moros habían cortado. No fue Perea muy feliz en esta empresa, porque el cabzani cargó con sus tropas de refresco y le hizo retirarse en desorden a la villa. vino al día siguiente otro refuerzo de 100 cristianos, gente también del adelantado; y deseoso este de vengar el descalabro anterior, combinó otra salida con toda la tropa disponible. sólo quedaron en la villa D. Rodrigo Manrique y Pedro de Quiñones con algunos hombres de armas, para hacer frente a los del castillo. los moros parapetados en la huertas aceptaron la lid, y sostuvieron firmes la batalla toda la mañana con muchas desgracias de ambas partes; y quizá hubieran vencido a no haber desmayado con el aviso de que se aproximaban duplicadas fuerzas cristianas. Con efecto, el capitán mayor de Jaén D. Fernando Alvarez de Toledo, señor de Valdecorneja, guiaba escuadrones de Jaén y Baeza con toda la celeridad que permitía el vigor de sus caballos. la gente del adelantado cobró aliento al columbrar las lanzas amigas, y se hizo dueña del campo que abandonaron los moros con igual motivo. Las familias y los defensores del castillo, asomados a las almenas, divisaban tristemente la huida de la hueste del Cabzani, en quien cifraban todas sus esperanzas, y al mismo tiempo el aparato de los nuevos enemigos. Abatidos los moros, abandonados a su propia suerte, imploraron la clemencia del joven Manrique: un cumplido caballero no humillaba en aquellos tiempos al valor desgraciado. D. Rodrigo otorgó libertad a las personas, cedió a las damas moras sus vestidos y preseas, y plantó su bandera en la almena más alta del alcázar. Salió enseguida a saludar con el respeto y cortesía que inspiran los mayores, al señor de Valdecorneja, y a pedirle por merced que tomase posesión de la villa. <<He venido, respondió este con igual delicadeza, a pelear en el campo y en el estar acampado; el valiente que ganó la villa sabrá defenderla>>.

Cumplida esta ceremonia y dictadas las órdenes precisas en aquellos momentos, pidió el comendador pergamino y tinta y despachó al escudero Alonso de Córdoba con carta para el rey, en que solicitaba el presidio, los bastimentos y las municiones necesarias para la conservación de tan importante plaza. Fue tal la satisfacción que experimentó el monarca al leer la carta y al oír los detalles del emisario, que hizo a este merced de 10C mrs. de renta vitalicia, donó a D. Rodrigo el quinto del botín que pertenecía al patrimonio real, y le dió además 300 vasallos en tierra de Alcaraz y 20C mrs. de juro.

Tal fue la hazaña con que inauguró su carrera el más valiente de todos los caballeros cristianos de aquel tiempo, y el que tanta fama se granjeó con el título de conde de Paredes y con la dignidad de maestre de santiago. La conquista de Huéscar fue el primer escalón de la envidiable grandeza a que supo elevarse y en la cual brilló como ningun otro personaje de su tiempo...

No fue este servicio el único que prestó D. Rodrigo a la corona en el territorio de Huéscar. Seguido de una hueste escasa pero bien apercibida, corrió a sangre y fuego los campos comarcanos de Galera y Castilleja, aterró con amagos de muerte a los moradores, y luego que les infundió profundo miedo, mostrose blando y clemente, y les ofreció protección y fueros si se reconocían vasallos del rey D. Juan: sometieronse los moros a esta dura necesidad. D. Rodrigo dió al rey cuenta de los tratados, y habiendo recibido poder para perfeccionarlos, ocupó aquellas plazas y ensanchó los términos de Castilla”.

Esta situación durará unos diez años, pues debido a la crisis que Castilla sufre en su interior, Granada realizará una nueva ofensiva entre 1446 y 1448 arrebatándole a los castellanos las plazas de Benzalema, Benamaurel, Vélez Rubio, Vélez Blanco y Huéscar (1447).

A principios de 1456, Enrique IV urde un plan para reanudar la ofensiva sobre el Reino de Granada y ocupa numerosas poblaciones. Es en la primavera de 1457 cuando decide hacerle la guerra a Alonso Fajardo, alcaide de Lorca, e inicia una serie de saqueos en toda la zona llegando sus huestes a lugares tan dispares como Huéscar, Illora y Loja. En el verano del año siguiente, 1458, es Pedro Manrique, hijo de don Rodrigo Manrique, el que entra desde Segura y corre los campos de Huéscar.

Vista la forma de actuar de este rey, son los granadinos los que, en 1459, deciden imitarlo y entran hasta Jaén. En otoño firmarán una tregua que durará hasta el año 1461.

En 1469 el rey encarga al marqués de Villena que concierte treguas en el sector oriental y Alonso de Lisón, Diego de Soto, ambos comendadores, y el Licenciado Tudela lo tratan con los alcaides de Purchena, el de los Vélez y el de Huéscar, Amyr Abenamar, supervisando la negociación Abulhaya, caudillo de Vera.

Esta situación se irá renovando y durará hasta 1475.

Conforme Castilla empieza a superar sus problemas internos, esta comienza a preparar su estructura de guerra que tendrá su cenit en tiempo de los Reyes Católicos.

            Una vez muerto Enrique IV, en 1474, Isabel es proclamada reina de Castilla.

Don Diego Fernández de Córdoba, concierta en nombre de Isabel y Fernando una tregua por un año, en el verano de 1475, que tendría su efecto en el territorio que iba desde Lorca a Tarifa. Al año siguiente se prolongaría esta por un periodo de cinco más; aunque las escaramuzas como era habitual continuaron en dicho periodo.

A partir de entonces los Reyes Católicos tenían el campo libre para preparar la guerra de Granada.

Poniendo sitio a distintas poblaciones clave para la defensa del reino nazarí, así como instigando, conjurando e incluso ayudando a los príncipes moros, y rebeldes, contra su padre el sultán de Granada.

Hacia septiembre de 1485, Boabdil se hace fuerte en Huéscar, pues su situación es precaria y teme una ofensiva de su tío al-Zagal, pidiendo al Concejo de Murcia una ayuda en víveres; mientras en el frente hay una cierta calma ya que la epidemia de peste y la lluvia continúan haciendo estragos en ambos bandos.

Pero es en 1488 cuando se reconquista definitivamente por los Reyes Católicos.

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Bibliografía y fuentes utilizadas:

Archivo Municipal de Huéscar.

Carrillo de Huete, P. "Crónica del Halconero de Juan II". 1946; "Crónica del Rey don Juan II". BAE, LXVIII, 1953.

Lafuente Alcantara, Miguel. "Historia de Granada".Tomo III. Granada; Imp. y Lib. Sanz,1845.

Mata Carriazo,J. "En la frontera de Granada". 1971.

Ros Marín, Antonio. "El siglo XV las capitulaciones de Huéscar" Revista Úskar nº. 1. Huéscar: Ayuntamiento, PMCyD, 1998.

Torres Fontes, J. "Las treguas con Granada de 1462 y 1463". HISPANIA, XC. 1963.

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